Bloque 4. La
hidrografía.
La hidrografía es la rama de la
Geografía Física que estudia las aguas de la superficie terrestre, tanto las
marinas como las continentales y, en este último caso, las superficiales y las
subterráneas.
El agua del Planeta
está en un continuo movimiento y cambio en su estado físico, de forma que pasa
de los océanos a la atmósfera y de aquí a los continentes para volver a los
océanos. Forma así un circuito cerrado llamado ciclo hidrológico, donde los
ríos juegan un papel fundamental.
España ofrece
grandes contrastes hidrológicos, con fuertes desequilibrios en el reparto del
agua, tanto espacial (distribución geográfica) como temporalmente (distribución
estacional e interanual).
Esto, junto a
otros factores, hace que España tenga una destacada diversidad hídrica.
1.
La diversidad hídrica de
la península y las islas.
España es
también un país de contrastes si hablamos de las características y el reparto
de sus recursos hídricos. Baste recordar la clásica oposición entre la España
húmeda y la España seca.
La diversidad
hídrica está determinada por un conjunto de hechos geográficos, entre ellos:
EL CLIMA. La disponibilidad de
agua responde, básicamente, al comportamiento climático de las distintas
regiones. El agua de nuestros ríos, lagos, humedales y acuíferos procede del agua
precipitada; por tanto, el volumen y distribución de ésta determina el caudal y la mayor o menor regularidad de los ríos. En función de
esto podemos distinguir:
·
Los ríos de la España húmeda (clima oceánico) tienen
un caudal regular y abundante a lo largo del año.
·
Los ríos de la España seca (mayoría de los tipos
mediterráneos) son irregulares y menos caudalosos.
·
Los ríos de la región mediterránea árida del
sureste tienen un escaso caudal y, a menudo, sufren fuertes crecidas y estiajes.
·
Nuestras islas, por la insuficiencia de las
precipitaciones, lo reducido del territorio y su litología, carecen de
auténticos ríos.
Pero también
las temperaturas influyen sobre la red hidrográfica. Las altas
temperaturas provocan pérdidas de agua por evaporación y evapotranspiración, lo
que afecta sobre todo a las zonas del interior y sur peninsular durante el
verano.
EL RELIEVE condiciona la organización
de la red fluvial a partir de los siguientes hechos:
·
La divisoria
de aguas entre las vertientes atlántica y mediterránea está situada en las
cumbres de la Cordillera Ibérica y las Béticas. Esto, unido a la inclinación del bloque de la Meseta
hacia el Oeste provoca una gran
disimetría entre vertientes a favor de la atlántica. Por eso, salvo el
Ebro, los grandes ríos peninsulares, aunque nacen más cerca del Mediterráneo,
desembocan en el Atlántico.
·
La disposición
periférica y muy cercana a la costa de la Cordillera Cantábrica, Costero
Catalana, zona sureste de la Ibérica y Penibética hace que las cuencas de los ríos
que nace en sus laderas orientadas al mar sean pequeñas y sus ríos cortos y de
fuerte pendiente.
·
La
pendiente determina la capacidad
erosiva de los ríos, pues de ella depende la velocidad de la corriente y la
rapidez de las crecidas. A su vez, la pendiente depende de la distancia entre
la cabecera y el nivel de base de la desembocadura (a mayor distancia, menor
pendiente), por eso la mayoría de los ríos cantábricos y mediterráneos tienen
fuertes pendientes y son muy erosivos. Por contra, los ríos que cruzan la
Meseta presentan poca pendiente y a veces pueden generar zonas endorréicas.
Pero también
la existencia de lagos es consecuencia de una topografía que la propicie. Muchos
de los casi 2.500 lagos españoles son muy pequeños y de aguas estacionales, al
alojarse en pequeñas depresiones cerradas del terreno o, por contra son lagos
de origen glaciar de zonas de montaña.
También la
topografía en la Meseta (el escalón oeste es óptimo para el aprovechamiento
hidroeléctrico) o las características de nuestras montañas facilitan la creación
de obras hidráulicas.
·
La altitud
también influye en el régimen hidrográfico. Con la altitud aumentan las
precipitaciones (y por tanto el caudal) y la nieve de las cumbres hace que, con
el deshielo, aumente también éste y cambie el régimen de los ríos.
LA LITOLOGÍA. Influye sobre las
características de la red hidrográfica según el grado de permeabilidad y
resistencia a la erosión de las rocas. Así, las rocas silíceas son poco permeables y muy resistentes, favoreciendo
la escorrentía (*Escorrentía: Agua
procedente de las precipitaciones o el deshielo que discurre libremente por la
superficie del terreno hasta alcanzar un curso de agua). Las rocas calizas son permeables y solubles en agua carbonatada,
por lo que es frecuente que el agua se filtre creando escorrentías subterráneas.
Finalmente, las zonas arcillosas son
muy impermeables y se caracterizan por la escorrentía superficial.
LA VEGETACIÓN retiene el agua de
las precipitaciones, facilitando la infiltración y la humedad del suelo
(favorece la presencia de acuíferos), evitando la erosión y disminuyendo el
riesgo de inundaciones al retrasar la incorporación del agua a los cauces.
Esto significa
que las zonas boscosas favorecen la riqueza hídrica. Por el contrario, las
zonas desnudas tienen un menor grado de filtración y el agua de arroyada erosiona
fácilmente un suelo que, además, está más sometido a la evaporación.
LA INTERVENCIÓN HUMANA. El
hombre modifica las características de la red fluvial mediante la construcción
de infraestructuras hidráulicas: embalses, presas, encauzamientos, canales…
La diversidad
hídrica se hace patente en el balance
hídrico de nuestras cuencas hidrográficas, con balances muy positivos en las
cuencas de la vertiente cantábrica y gallega y las cuencas del Duero y el Tajo;
reducirse hasta la situación de equilibrio (superávit o déficit según el año)
en las del Guadiana y el Guadalquivir y ser un balance deficitario en todas las
cuencas levantinas, del mediterráneo andaluz y ambos archipiélagos.
2.
Las vertientes
hidrográficas.
España cuenta con tres vertientes
hidrográficas: la cantábrica (o Atlántica, Cuenca Norte), la atlántica y la
mediterránea. Veamos sus características.
VERTIENTE
ATLÁNTICA: CUENCA NORTE. Incluye las cuencas de los ríos gallegos,
asturianos, cántabros y vascos del dominio climático oceánico. Los cursos
fluviales son cortos, ya que nacen en la cara norte de la Cordillera
Cantábrica, muy próximos a la desembocadura. Su cercano nivel de base hace que tengan mucha pendiente, lo que unido a su caudal
abundante –a veces torrencial- y regular, debido a las elevadas
precipitaciones, les da una gran fuerza erosiva. Son ríos de régimen pluvio-nival.
Los vascos son muy regulares (Bidasoa, Nervión), los cántabros y astures muy
erosivos (Deva, Nalón, Navia, Narcea) y los gallegos más suaves (Miño, Sil, Eo,
Tambre, Ulla).
VERTIENTE
ATLÁNTICA: SUS GRANDES RÍOS.
Delimitada por la Cordillera Cantábrica, la Ibérica y las Béticas. Sus ríos
están adaptados a la topografía
e inclinación de la Meseta, por eso son largos y de suave pendiente.
Largos porque nacen en la Cordillera ibérica o las Béticas (zona oriental de la
Península) y deben alcanzar el Atlántico después de efectuar un largo recorrido
E-W obligados por la inclinación de la Meseta hacia el oeste. Como esa
inclinación es suave, tienen escasa pendiente en buena parte de su curso. Estos
ríos pertenecen al dominio mediterráneo (aunque algunos de sus afluentes lo son
del de montaña) por lo que tienen un régimen irregular y un estiaje más o menos
acusado. Dada la distribución espacial de las precipitaciones en
España, disminuyen de caudal a medida que se sitúan más al sur, siendo la cantidad
de agua que trasportan un reflejo de las condiciones climáticas de la España
seca y de la irregularidad del clima mediterráneo. Su caudal absoluto es
elevado, pero el relativo es modesto, ya que poseen cuencas muy amplias.
CUENCA O
VERTIENTE MEDITERRÁNEA. Supone 1/3 del total del territorio y drena
la zona delimitada por Pirineos, Cordillera Ibérica y cordilleras Béticas.
Salvo el Ebro, que recibe los importantes recursos de sus afluentes pirenaicos
e ibéricos, todos sus ríos son cortos, de cuencas reducidas y pronunciadas
pendientes en buen parte de su curso. Ello se debe a la cercanía de los
relieves a las costas (Costero-Catalana, sector oriental de la Ibérica y
Subbéticas, y Penibética,) que limitan la longitud de los cursos.
La mayoría
están en el dominio climático mediterráneo, lo que les concede pequeño caudal y
acusada irregularidad, con fuertes crecidas y estiajes. Muchas veces son
simples torrentes o ramblas (cauces que sólo llevan agua temporal u
ocasionalmente).
LOS RÍOS Y LAS CUENCAS HIDROGRÁFICAS
De la
VERTIENTE ATLÁNTICA NORTE
(cantábrica y atlántica gallega) destaca el Miño. Nace en las montañas septentrionales de Galicia (Lugo) que
recorre de norte a sur hasta unirse con su principal afluente, el Sil. Desemboca en Tuy, sirviendo de
frontera con Portugal. Tiene algo más de 300 Km y es uno de los ríos más
caudalosos de España, pese a que su cuenca es muy reducida.
En la
VERTIENTE ATLÁNTICA
propiamente dicha debemos destacar los ríos de sus grandes cuencas:
El DUERO. Tiene
la cuenca más extensa, limitada por
las cordilleras Cantábrica, Ibérica y Central, recogiendo las aguas de toda la
submeseta norte. Nace en los Picos de Urbión (Ibérica) y desemboca en Oporto.
En su último tramo se encaja profundamente en los llamados Arribes del Duero.
Su régimen es pluvio-nival. Sus afluentes cantábricos (Pisuerga) son más
caudalosos que los de la izquierda (Tormes)
TAJO. Drena la zona entre el Sistema
Central, la Cordillera Ibérica y los Montes de Toledo. Es el más largo de España (1.200 Km): Nace en
la Sierra de Albarracín (Ibérica) y desemboca en Lisboa formando un gran
estuario. Afluentes más importantes por la derecha: Jarama. Tiene un régimen
pluvio-nival
GUADIANA. Drena la zona entre los
Montes de Toledo, Cord. Ibérica, Sª Morena y Subbéticas. Nace en los Ojos del
Guadiana, cerca de las Tablas de Daimiel (Ciudad Real) y desemboca en Ayamonte
(Huelva). La aridez del mediterráneo de interior y las zonas calizas que
recorre justifican su caudal pobre e irregular y sus fuertes estiajes, en un
régimen pluvial. Afluentes: Cigüela. En su cuenca se han construido grandes
embalses, destacando el de La Serena, el mayor de España.
GUADALQUIVIR Drena la Depresión Bética,
entre Sª Morena y las Béticas. Tiene un régimen pluvial y un caudal muy
irregular. Nace en la Sª de Cazorla y desemboca en Sanlúcar de Barrameda tras
recorrer las fértiles tierras de su depresión. Pasa por Córdoba y Sevilla. Sus
afluentes de Sª Morena son cortos y poco caudalosos (Jándula, Guadalmellato)
Por la izquierda recibe al Genil, que nace en Sª Nevada y tiene un régimen
pluvio-nival.
Entre
los ríos de las VERTIENTE
MEDITERRÁNEA podemos distinguir:
El más importante
es el EBRO.
Tiene una extensa cuenca, delimitada por la zona más oriental de la Cord.
Cantábrica, los Pirineos, la Cord. Ibérica y la Costero-Catalana. Nace en
Cantabria, en Fontibre, y tras atravesar Logroño y Zaragoza desemboca cerca de
Tortosa formando un Delta. Es un río caudaloso, sobre todo por el aporte de sus
afluentes pirenaicos (Aragón, Gállego…). Su régimen es pluvio-nival y presenta
cortos estiajes. Sus afluentes ibéricos (Jalón) son más pobres.
RÍOS
CATALANES. Los que nacen en los Pirineos son más caudalosos y
regulares, con régimen pluvio-nival. Los que lo hacen en la Costero-Catalana
son más irregulares y con menor caudal (Ter, Llobregat).
LEVANTINOS: Ríos cortos, muy erosivos, de escaso caudal y
muy irregulares, con prolongados estiajes y espectaculares avenidas
relacionadas con fenómenos de gota fría (Turia, Júcar, Segura…) Su
régimen es pluvial y está determinado por el roquedo calizo de sus lugares de
nacimiento. Tienen gran importancia a efectos agrícolas: riegan las huertas de
Valencia, Alicante y Murcia.
MEDITERÁNEOS
ANDALUCES: Ríos muy cortos y erosivos (nacen en la
cara sur de la Penibética), con caudal pobre e irregular y muy fuertes
estiajes: Almanzora, Guadalhorce…
LA RED
FLUVIAL INSULAR, CEUTA Y MELILLA Los
archipiélagos carecen de auténticos ríos por el clima y la litología. En
Baleares hay torrentes activos en
otoño y primavera aunque su litología caliza favorece la formación de
acuíferos. En Canarias no hay ríos por la aridez de su clima y el carácter
permeable del dominio volcánico. En Ceuta y Melilla sólo podemos hablar de una
red de arroyos.
3.
Regímenes fluviales predominantes.
Por
régimen fluvial entendemos el comportamiento del caudal medio de un río a lo
largo del año, es decir, el modo habitual de fluencia de sus aguas. Los
regímenes fluviales se clasifican atendiendo a la procedencia de sus aguas.
Distinguimos un régimen pluvial, en
el que el agua procede directamente de la lluvia, y un régimen nival, en el que ésta procede de la
fusión de las nieves.
En el
pluvial el tiempo que media entre la caída del agua y su evacuación por los
ríos es muy escaso. En el nival pueden transcurrir varios meses, pues depende
del momento en que se fundan las nieves. Entre unos y otros regímenes existen
situaciones intermedias según predomine la nieve o el agua.
La
mayoría de los ríos españoles son de alimentación pluvial, pero se observan distintos
regímenes según la variedad climática de la Península. Encontramos así:
1. Régimen pluvial oceánico. Se
caracteriza por la abundancia de aguas durante todo el año y por su
regularidad. No tienen grandes crecidas ni
estiajes, como corresponde a las precipitaciones del clima atlántico. A este
tipo pertenecen los ríos cántabros y gallegos.
2. Régimen pluvial subtropical o mediterráneo
continental. Es propio de la España interior o seca, en las que la precipitación anual es reducida,
está mal distribuida y la aridez estival es muy pronunciada, acrecentada por
las altas temperaturas. Las diferencias de caudal anual son notables, lo que
permite apreciar dos estaciones contrapuestas. La de abundancia de aguas
(otoño-invierno) y la de estiaje.
3. Régimen pluvial mediterráneo.
Registra un máximo principal en otoño y otro secundario a finales de
invierno-primavera, destacando un mínimo estival menos acusado que en el
régimen continental.
4. Régimen nival. Se
limita a las cumbres centrales pirenaicas. Su característica principal es la de
ofrecer un régimen muy simple, con una estación de elevado caudal a finales de
primavera y verano, y un prolongado estiaje
durante los meses en los que se mantienen las nieves. En las zonas adyacentes a
las grandes cimas aparece el denominado nival
de transición.
5. En el resto de montañas que acumulan
nieve durante varios meses (Cordilleras Central e Ibérica y Sª Nevada), surgen
los regímenes nivo-pluvial y
pluvial-nival, muy parecidos al nival, sólo que con crecidas de caudal
levemente anticipadas en el tiempo.
Estos regímenes se presentan puros sólo en ríos cortos.
4.
Los humedales: lagos y
lagunas
Las zonas húmedas incluyen lagos, lagunas,
albuferas, marismas... Las características del clima y el relieve español no
favorecen su existencia –o al menos permanencia-, por lo que son escasas pero
de un alto valor ecológico. Lagos y
lagunas son masas de aguas formadas por la acumulación natural de agua en
zonas deprimidas de la superficie, teniendo los lagos mayor extensión.
En España
existen numerosos lagos y lagunas pero, por lo general son pequeños y tienen un
carácter estacional ya que su alimentación suele ser pluvial. Según su origen
podemos distinguir tres tipos:
*Origen endógeno. Son los originados
por los movimientos y fuerzas internas de la tierra. Podemos distinguir los tectónicos, formados por bloques
hundidos del terreno, caso de la Laguna de La Janda (Cádiz). Los Volcánicos son los que ocupan antiguos cráteres
erosionados: Lagunas del Campo de Calatrava o Laguna de Fuentilluejo en Ciudad
Real.
*Origen exógeno. Se producen por la
acción de los agentes erosivos sobre la superficie (agua, hielo…) al excavar
concavidades. Entre distinguimos: ·Lagos glaciares, originados en zonas
erosionadas por la acción del hielo de antiguos glaciares: lagos pirenaicos,
-llamados ibones como el Sant Maurici-, de la Sierra de Gredos, Cantábrica
(Lagos de Enol) o Montes de León, al que pertenece el lago de Sanabria, el
mayor y más profundo de España. ·Lagos Kársticos, formados en zonas
afectadas por la disolución de las calizas: Lagunas de Ruidera; ·Lagos arréicos, que son los más
comunes. Se forman en las zonas hundidas de las tierras llanas (endorréicas)
del interior peninsular, caso de las Tablas de Daimiel; ·Lagos eólicos, originados en cuencas originadas por la erosión del
viento: Lagos del Ampurdán en Girona.
Mención
especial merecen las Lagunas litorales
formadas en la costa, sobre todo las albuferas y marismas. Las albuferas son lagunas de agua salada o
salobre separadas del mar por un cordón de arenas aunque conserva comunicación
con él por uno o más puntos llamados
graos. Se formas por colmatación de una antigua bahía con los aportes de
sedimentos fluviales y marinos (Albufera
de Valencia, de Mallorca…). Por su parte, las marismas son lagunas formadas a expensas de zonas bajas, a veces
separadas del mar por cordones de dunas litorales y alimentadas por pequeños
cursos fluviales y las aguas de las mareas altas.
*Lagos Mixtos: se crean por la combinación
de dos o más factores. Es el caso del lago de Banyoles, que tiene a la vez un
origen tectónico y kárstico.
5. Las aguas subterráneas
Son los recursos de
agua infiltrados en el terreno, cuando este es permeable, y retenidos en el
subsuelo sobre una capa de roca impermeable. Si se acumula un volumen
importante de agua embalsada se le denomina acuífero. Suelen ser importantes
reservas de agua y origen de manantiales y surgencias.
La existencia de acuíferos depende de la
naturaleza litológica del terreno. En las zonas silíceas prácticamente no hay grandes
acuíferos. Sin embargo, en las calizas abundan los acuíferos de gran extensión
y espesor. Las depresiones arcillosas de muchos grandes ríos (Ebro, Duero, Tajo,
Guadiana y Guadalquivir) están rellenas por materiales detríticos y albergan
acuíferos de mediana productividad. En los archipiélagos la mayor parte de sus
recursos hídricos procede de los acuíferos, debido a la permeabilidad de las
rocas calizas (Baleares) y volcánicas (Canarias). En ambos casos están en grave
peligro por sobreexplotación.
Las aguas subterráneas contenidas en los
acuíferos constituyen recursos de gran importancia, sobre todo en las regiones
de escasa pluviosidad, y son objeto de una intensa explotación en España.
6. El aprovechamiento de los recursos hídricos: la incidencia de la
sequía y las lluvias torrenciales.
España tiene una larga tradición en el aprovechamiento
de los recursos hídricos, ya que en la España seca son un bien escaso, a la vez
que vital, tanto para el consumo humano como para la actividad agraria, sin
olvidar el aprovechamiento de las aguas para las actividades industriales o
turísticas.
En los años 80 el problema de la
contaminación de las aguas y la explotación indiscriminada de los acuíferos
pusieron de relieve la falta de una buena ley de aguas. Esta, aprobada en 1985, procede a declarar de dominio
público todas las aguas superficiales y subterráneas. La actual Ley de Aguas (con modificaciones
posteriores) es de 2001 y se
complementa con el Plan Hidrológico
Nacional.
Para hablar del aprovechamiento de los
recursos hídricos debemos ver primero de dónde son obtenidos y, después, cómo
se consumen y utilizan.
Los principales recursos hídricos son los obtenidos
de los ríos, pero hay otros, destacando:
- Los acuíferos subterráneos, especialmente
en Levante, el sur, Baleares y Canarias.
- Algunos lagos pirenaicos para producir
energía hidroeléctrica.
- El agua del mar y la salobre se
aprovechan mediante la técnica de la desalación. España ocupa el primer puesto
en la U.E. con más de 700 plantas desaladoras, localizadas en las zonas más
deficitarias: Ceuta, Canarias, Baleares, Alicante, Murcia y Almería.
Por su parte, en España las cifras de
consumo de de agua por persona están entre las más altas de Europa y éstas van en
continuo aumento. La demanda de agua en España supera los 30.000 hm3
anuales, distribuidos en estos usos:
• Usos agrarios. La irregularidad y escasez
de precipitaciones hacen necesario el regadío en muchas zonas agrarias. Este
supone un alto consumo de agua (más del 80% del total) potenciado por el empleo
de técnicas y métodos poco adecuados.
•Abastecimientos urbanos e industriales. El
urbano viene a suponer el 14% del consumo total y la industria también consume
gran cantidad de agua, en torno al 7% del consumo total.
• Uso energético, para centrales
hidroeléctricas, térmicas y nucleares.
• Usos relacionados con las actividades
terciarias, donde destaca el turismo, ya que el aumento de población en zonas
turísticas en temporada alta multiplica el consumo de agua y muchas actividades
turísticas (parques acuáticos, campos de golf…) generan un gran consumo.
•Los usos domésticos.
También hay usos no consumidores de agua,
caso de la pesca, la acuicultura, la producción hidroeléctrica, la navegación y
los deportes náuticos.
Los recursos hídricos en España serían
suficientes para cubrir la demanda si los considerásemos a nivel global, pero
hay un déficit hídrico debido a los
siguientes problemas:
• La
irregular distribución de los recursos. Debido al clima hay grandes
diferencias entre las zonas secas y las húmedas. Los climas oceánicos y de
montaña proporcionan agua suficiente y bien distribuida a lo largo del año. Por
contra, los mediterráneos y el canario ofrecen lluvias muy irregulares y, a
menudo, insuficientes o torrenciales. Por eso en muchos momentos hay déficit
hídrico y en otros un exceso de agua que no se puede aprovechar.
• La
irregular distribución de la demanda. Algunas de las zonas más pobladas y
desarrolladas económicamente son deficitarias en agua, que sin embargo sobra en
zonas de menor desarrollo.
Así, la Cuenca Norte tiene superávit
hídrico (posee 1/3 de los recursos hídricos españoles), mientras la cuenca del
Pirineo Oriental (que abastece al área metropolitana de Barcelona), Canarias y
la Cuenca del Segura presentan los mayores déficits, seguidas del resto de
cuencas levantinas.
Ello es un problema porque la periferia
mediterránea presenta altas densidades demográficas y concentra actividades que
demandan mucha agua: industria, agricultura intensiva, turismo…
• La
insuficiencia de los embalses y las pérdidas de agua. Se estima que entre
el 50 y el 70% del agua se pierde por fugas, evaporación… Además, el regadío
presenta un ineficiente uso del agua.
Señalar,
finalmente, los problemas que la escasez aguda o el exceso puntual del agua
pueden provocar en relación con la
incidencia de la sequía y las lluvias torrenciales.
Estos
fenómenos pueden considerarse riesgos climáticos de gran incidencia en España,
sobre todo en las áreas de clima mediterráneo y, especialmente, en todo el arco
costero dominado por él.
Los largos
períodos de aridez estival son propios del clima mediterráneo y nuestro país es
proclive a sufrir períodos de sequía interanual más o menos prolongados. Ello
tiene que ver con la dinámica atmosférica y los cambios de ubicación del
anticiclón de las Azores, que determina que nuestro territorio quede o no
afectado por las borrascas del oeste ligadas al Frente Polar.
La incidencia
de las sequías es mayor en la zona oriental y meridional de la Península, sobre
todo en el sureste español. El problema es preocupante, pues el riesgo de
sequía aumenta con el cambio climático y con el incesante crecimiento de las
necesidades de agua. Las sequías, además, tienen consecuencias muy negativas
sobre las actividades económicas, la población y los sistemas naturales.
Por su parte,
las lluvias torrenciales -ligadas al fenómeno de las inundaciones- son comunes
a todo el territorio español, aunque son también más frecuentes en la vertiente
mediterránea.
En las cuencas
mediterráneas las lluvias torrenciales suelen ir asociadas a fenómenos de gota
fría otoñal, provocando frecuentes inundaciones y grandes pérdidas en zonas muy
pobladas o de gran valor agrario (Cataluña, Levante, Andalucía oriental).
En el resto de
las grandes cuencas hidrográficas las lluvias torrenciales se asocian a temporales
de otoño y primavera tras un largo episodio de lluvias, ayudados a veces por el
deshielo de las nieves
No hay comentarios:
Publicar un comentario